Lucy Aj es la Directora de Mil Milagros en Guatemala.
Por Carolyn Daly
Hoy me gustaría hablar de Lucy, es ella el ‘ying para mi ‘yang’, la jalea en mi mantequilla de maní, y en términos guatemaltecos, la sal para mi tortilla. Conocí a Lucy en el 2013, cuando se presentó a la oficina de Mil Milagros a una entrevista para la plaza de Coordinadora del programa de nutrición e higiene. Hoy, bromeo con ella recordándole lo nerviosa que se notaba cuando como parte del protocolo de la entrevista, realizó una presentación simulada, que le quedó de maravilla. Ella, una madre Maya de 24 años de edad, originaria de Santa Lucía Utatlán, demostró ser articulada, encantadora, orientada hacia detalles, considerada, y segura de sí misma. Desde entonces sabía que Lucy sería la primera persona contratada con quien yo deseaba trabajar en Guatemala, y también con nuestra fundadora Margaret Blood.
Mientras trabajábamos en las comunidades, aprendimos y maduramos juntas, y nos complementamos muy bien. Yo corriendo, orientada hacía la acción rápida, ella elaborando listas y aplicando sus pensamientos enfocados en cada detalle. A mí también me gustan las listas, pero permítanme contarles que en mi caso, fue una destreza adquirida. Orienté a Lucy para adaptarse a su público, y ella me enseño que la planificación meticulosa era la mejor para asegurar resultados positivos.
Avancemos al 2020, y hoy nuestro equipo de trabajo ha aumentando de dos a 20 empleados a tiempo completo, y Lucy, desempeña el cargo de directora en Guatemala. Al inicio del la crisis del COVID-19, Lucy y yo, conversamos vía ‘Skype’. Siempre en nuestra llamadas le he preguntado inicialmente ¿Cómo se está sintiendo? Ese día, llorando me respondió, ‘Estoy asustada’, ‘lo sé, yo también estoy asustada’ le respondí. De Lucy, también he aprendido que es aceptable ser vulnerable.
Así, cuando tuvimos nuestra primera reunión de equipo, el lunes recién pasado, les pedí que describieran sus sentimientos con palabras tales como ‘preocupado/a,’ ‘nervioso/a’, o ‘perturbado/a.’ Y sus respuestas fueron afirmativas, a lo que respondí, ’yo también estoy asustada,’ en solidaridad con los sentimiento de Lucy. ‘Me siento preocupada por las familias en nuestras comunidades porque sé que no tendrán suficientes alimentos para comer durante esta crisis.’ Y lloré.
Lucy tomó manos en el asunto. Le pedí que investigara lo que se necesitaría para llevar de emergencia alimentos a cada uno de los niños en nuestras comunidades asociadas. Ella elaboro una lista de lo que había que realizar: los alimentos que irían en cada canasta, cotizaciones de precios de todo lo había que comprar. Además era necesario ponerse de acuerdo con la comunidades, y establecer un protocolo de higiene a seguir. Al mismo tiempo, obtener una autorización de parte del alcalde para que la policía de patrol nos dejara pasar. Y establecer la necesidad de mantener contacto con los integrantes del equipo aun sin poderlos ver. Todo esto representaba demasiado trabajo por realizar.
¿Cuándo piensa que podríamos iniciar la repartición en nuestras comunidades? Pregunté. ‘Calculando, podríamos empezar el lunes,’ respondió.
Alzando mis párpados, le di una mirada, y una media sonrisa. Ella sabía cuál seria mi respuesta ¿Podemos tratar de comenzar el viernes? Yo no deseaba que las familias esperaran tanto tiempo, si nos fuera posible. “Sí, podremos lograrlo,’ respondió.
Concluimos la conversación, y Lucy comenzó a trabajar, Coordinando con el equipo, desarrollando un plan para cuatros días y asignando trabajos. Dos horas más tarde, me envió un mensaje electrónico.
O no, pensé.
Cuando la vi en la pantalla de mi computadora, noté la preocupación en su cara. “La supervisora de educación, dice que no podremos coordinar con los docentes, no se permite utilizar las escuelas. Y tampoco se pueden conseguir huevos.
La siguiente hora la pasamos re-estructurando nuestro plan de trabajo, pero en ningún momento surgió la idea de abandonar nuestra idea.
Por todo lo que hacemos de manera diferente, Lucy y yo tenemos algo en común, si notamos algo alineado a nuestra misión y de beneficio para nuestras comunidades, no nos rendimos.
Así, decidimos que deberíamos coordinar con otros lideres comunitarios. Al fin y al cabo, conocemos nuestras comunidades muy bien. Y de alguna manera, encontraríamos huevos. Si no era posible encontrar huevos porque las fronteras estaban cerradas, significaba que nuestras comunidades tampoco tendrían huevos
Lucy inició el trabajo nuevamente. La misma noche me envío un mensaje a las 11PM, indicando que el Ministro de educación había cambiado de parecer. Así se facilitaría contar con la colaboración de los docentes y utilizar las escuelas como centros de repartición. Al siguiente día, a las 8 de la mañana, todo estaba coordinado, y contábamos con la cantidad necesaria de huevos.
El viernes cuando Lucy y los otros miembro/as del equipo comenzaron a enviarme fotos de las primeras entregas de productos alimenticios, más impresionada u orgullosa no pude haberme sentido. En las fotos de las madres quienes tradicionalmente son reservadas y muy tímidas, se les notaba sonrientes con sus canastas básicas. Las fotos también mostraban afiches hechos a mano enfatizando protocolos de higiene, espacios marcados en el suelo con seis pies de distancia que las madres tendrían que guardar entre una y la otra. La compañía de cable local filmó las entregas y a nuestros compañeros/as de equipo descargando los camiones a las 6AM. Pero, ¿Saben lo que las fotos no mostraron? Las listas preparadas por Lucy, su inquebrantable fe, su liderazgo. Y por eso mismo, he decidido compartir con ustedes, su historia.
Y pude notar algo más en la repartición de los productos alimenticios, los/as miembro/as de nuestro equipo lucían tan felices entregándolos. como las madres que los recibían para sus niños. En estos tiempos de inseguridad e impotencia, los miembros de nuestro equipo tenían la certeza de que lo hacían, era importante.
Algunos podrán decir que necesitamos enfocar nuestra ayuda en nuestros vecinos, y estoy de acuerdo. En EEUU hay muchas personas sufriendo pérdidas de trabajo, enfermedades y aún hambre. También me gustaría proponer que consideráramos a nuestras familias guatemaltecas como nuestros vecinos. Ante esta situación, todos estamos unidos. Los motivo a que de cualquier manera, les sea posible extender una mano. En retorno, ustedes recibirán otra mano, y se notará la diferencia.