"Ahora puedo enseñarle a mis hijas y a otras mujeres que ellas son importantes." La transformación de Silvia le ha permitido empoderar a otras mujeres.
Silvia cocina el maíz en una olla grande que hierve en la plancha. Su abuela se queda en una silla, observándola. Sus cuatro hijos están afuera, jugando con las gallinas y los perros y el cerdo de la familia se baña bajo el sol. Su casa de lámina de dos cuartos fue construída por el trabajo, dedicación y sacrificio de Silvia. Está ubicada en un terreno pequeño de su madre, en la aldea de Nuevo Progreso. Hace cuatro años Silvia se mudó a este terreno, embarazada y con tres niños pequeños a su lado, después de dejar a su esposo abusivo, en la Ciudad de Guatemala.
Como los demás padres en el mundo, Silvia sueña por un futuro brillante para sus hijos. Ella es cómo las varias mujeres guatemaltecas que han superado obstáculos enormes para proveer una vida más digna para sus hijos.
“Todo lo que hago es para ellos,” ella dice. “Aunque significa meterme en lo desconocido para proveer para mi familia.”
El fracaso de reforzar la política que protege a los derechos de la mujer ha resultado en una cultura donde la norma es violencia doméstica. En Guatemala, dos mujeres son asesinadas cada día y el país tiene uno de las tasas más altas de femicidio (o sea, las muertes de mujeres por la violencia del género) en el mundo. Este sistema de creencias obliga a que las mujeres se queden en casa y cuiden sus hijos y que no trabajen ni reciban educación. Tienen que pedir permiso de los hombres cuando quieren o necesitan salir del hogar. Estos factores hacen más difícil que las mujeres salgan de sus situaciones abusivas o poder expresar sus derechos.
La travesía de Silvia, como la de otras mujeres en Guatemala, incluye el abuso emocional y físico. “Yo no sabía mi valor,” eso cuenta ella. Cuando se mudó a Nuevo Progreso, por sugerencia de un vecino, ella se inscribió en el programa de Desarrollo Infantil de Mil Milagros. “Mi hija estaba muy enferma y yo tenía mucho miedo,” ella comparte.
Por ser parte del grupo de Desarrollo Infantil, Silvia participó en "la Travesía de Ser Padres", un programa basado en Massachusetts, Estados Unidos y que es aliada de Mil Milagros. El programa busca crear familias más resistentes a través de apoyo a los padres y desarrollar sus fortalezas internas, habilidades y redes de recursos. Los participantes platican de sus sueños y sus metas en capacitaciones guiadas por facilitadores de Mil Milagros, que también son de sus propias comunidades.
“Allí yo aprendí que yo tengo mucho valor. No importa que yo solo asistía a la escuela por tres años. Yo aprendí de mi cosas que nunca sabía antes. Creo que yo ya tenía esas fortalezas, solo yo no lo sabía antes de participar en la travesía de ser padres. Nadie jamás me había dicho que yo tenía valor ni fortalezas para compartir.”
“Yo tengo a tres hijas y les puedo decir que son importantes. Yo puedo demostrarles que nosotras mujeres podemos tener éxito, que podemos ser trabajadoras y que tenemos tanto valor. Las mujeres reciben muchos comentarios en mi comunidad - cómo debemos vestirnos, qué hacer, comportarnos, pero aprendí que nosotras podemos tomar nuestras propias decisiones.”
La transformación de Silvia ha sido impresionante. Cuando los empleados de Mil MIlagros la conocieron por primera vez, era muy tímida y faltaba confianza, pero ellos pudieron ver su potencial. Rápidamente, ella aprendió la información y pronto logró ser una madre líder de Mil Milagros, exitosamente compartiendo sus conocimientos con el resto de las madres de su comunidad.
“Silvia ha logrado ser una líder bien extraordinaria,” dice la sub-directora del país, Lucy Aj. “Ella habla con las otras madres en una forma muy clara e interesante para que puedan entender todo y sean motivadas a realizar cambios en sus propias vidas y hogares.”
Por su liderazgo, Silvia se incorporó al equipo de Mil Milagros como coordinadora comunitaria en enero de 2018. Ella trabaja con las otras madres para implementar los programs de Mil Milagros, en varias escuelas y comunidades. Cuando le ofrecieron el trabajo, los empleados de Mil Milagros no se daban cuenta que Silvia había considerado salir de Guatemala a los Estados Unidos, dejando a sus hijos en el cuidado de su madre. Ella estaba a la espera de un trabajo para apoyar a sus hijos.
“Yo he realizado mis sueños,” dice Silvia. “Siendo honesta me siento que como mujeres somos capaces de cualquier cosa. Somos líderes. Somos personas importantes en nuestras comunidades. Ahora yo puedo ayudar a las demás en la misma forma como me ayudó.”